Las estrategias de integración vertical se dan cuando una empresa expande su negocio hacia actividades mayoristas, de fabricación o de distribución, logrando mejorar los precios y los servicios para los usuarios. Porque por lo general, la empresa asume las actividades de las cadenas de valor de sus proveedores (integración vertical hacia atrás) o de sus clientes (integración vertical hacia delante).
La integración vertical hacia arriba o hacia atrás consiste en que es la empresa la que compone en su organización actividades mayoristas e incluso manufactureras o cuando una organización mayorista introduce actividades de fabricación. Este tipo de integración se suele plantearse para asegurarse la continuidad del suministro y la calidad de los productos comprados, para coordinar de una manera más efectiva y eficientemente las funciones de distribución o para desarrollar una tendencia más competitiva creando barreras de entrada.
Mediante una organización vertical, la empresa siempre busca conseguir tanto la consecución de un mayor poder en el mercado (hacia la demanda), así como un mayor poder de negociación (hacia los proveedores).
Los diferentes objetivos que son perseguidos por las empresas que se integran en un sistema vertical podrían concretarse en los siguientes puntos:
Es por ello, que de acuerdo con estas características pueden distinguirse tres tipos básicos de integración vertical:
En resumidas cuentas, el objetivo de las estrategias de integración vertical es alcanzar un mayor grado de eficiencia y un mayor control sobre un área. Pero uno de sus inconvenientes es la pérdida de independencia porque la estructura de la empresa se vuelve más rígida e inflexible, haciéndola más lenta a los cambios que se pueden producir en el mercado.